Sinopsis:
Todo comienza con la quema de una bruja. De hecho, comienza con el padre de una chica condenada por bruja, deshecho de dolor, que llega a invitar a los asistentes a que le ayuden a encender la pira.
¿Qué lleva a un padre que ama a su niña a hacer eso?… ¿En qué momento la balanza se volcó tan del lado masculino de la humanidad, que esta escena llega a ser posible en el siglo diez, u once… o en la actualidad?
Pues viajemos al origen. En un flash-back de muy larga distancia, nuestra segunda escena muestra a un grupo humano de hace -como dicen ellos en la obra- cien veces cien años. Adoran a La Diosa, reunidos en una cueva… La celebrante está aún oculta. El hombre que vive con ella puede conducir ritos menores… pero el cotarro lo llevan ellas. Ellas son sacerdotisas, magas, chamanas, jefas… Ellos, sólo fuerza que caza, fuerza que defiende… y fuerza en el sexo, sí. Pero sólo para divertirse. Ni siquiera saben que, cuando una mujer queda embarazada, ellos han tenido algo que ver en el asunto. Aún falta un poco para que descubran eso…
Bien… Esta noche van a descubrir eso. Dos, nuestro protagonista, compañero de vida, sacristán, ayudante de los ritos que preside la Gran Mamamma Uro -que saldrá ahora, en seguida, en cuanto se ponga el alba de hojas, la estola de hojas y la casulla de cordones umbilicales- sabrá esta noche que Aurorita, la niña de Uro a la que él quiere tanto, resulta que también es… SU HIJA.
Y si los hombres tienen que ver en la reproducción, entonces empieza a no darles igual que, a su muerte, con su grano sobrante o con su punta de rebaño de cabras, se quede cualquiera de la tribu. No, no, no. Quieren que el receptor, sea SU HIJO, y no otro hijo que la mujer haya tenido con otro tío de la tribu. Y empezarán a aplicar la fuerza y la violencia para conseguir eso. Lo que hará cambiar las creencias, y de adorar a La Diosa Fertilidad, pasarán a una religión que adore a un Dios Fuerza. Y los sacerdotes ahora serán hombres. Y los curanderos… y los jefes de tribu… y etc, etc…
Y así, hasta hoy.